APRENDER A CONVIVIR
La
palabra convivencia es muy usada en distintos ámbitos, muchas veces sin
analizar su significado y su sentido. El diccionario de la RAE la define
simplemente como la acción
de convivir, que a la vez se define como el vivir en compañía
de otros. La dificultad práctica es que generalmente no podemos escoger estas
compañías, como en los casos de la escuela y el trabajo, entre otras áreas de
la vida. La convivencia nos exige un esfuerzo de adaptación, por un lado, y de acogida, por el otro. Para poder convivir sanamente debemos
aprender a negociar y ceder, desarrollar la
tolerancia hacia los otros y la no discriminación frente a las diferencias
interpersonales.
“La idea de convivir con las y los
demás es un instrumento entre varios para combatir los prejuicios que impiden
la concertación. De esta manera, parecería adecuado que la educación se diera
a dos niveles; en un primer nivel, en el descubrimiento gradual del otro; en
un segundo nivel, en la participación de trabajos en común, con un método de
solución de conflictos presentes. Descubrir al otro u otra tiene una doble
misión, una que es enseñar la diversidad de la especie humana, la otra
contribuir a una toma de conciencia de las semejanzas y la interdependencia
entre todos los seres humanos; ello teniendo en cuenta que el descubrimiento
del otro pasa forzosamente por el descubrimiento de uno mismo o una misma”. (Cabildo Verde 2008b) |
Esto quiere decir que hay que
aprender a vivir junto con los demás en una cultura de paz, respetando los
derechos de los demás y, sobre todo, respetando todas las formas de vida sobre
el planeta.
Importancia del desarrollo de valores y actitudes
Para
poder tener una convivencia pacífica, para interactuar y conocer a los demás y
para lograr trabajar por objetivos comunes, es importante desarrollar una serie
de valores y actitudes como los que se señalan a continuación:
- Desarrollo
del autoconocimiento y la autoestima. Tarea que niños y niñas deben emprender desde la primera infancia.
- Desarrollar
la empatía, es decir, la capacidad de
ponerse en el lugar del otro. Aquí es importante que niños y niñas tengan la
oportunidad de iniciarse en la empatía, aunque esta no se adquiera en esta
etapa, pero sí se sientan las bases para su desarrollo.
- Resolución
de conflictos sin violencia. Los
niños y las niñas se ejercitan en la resolución de conflictos haciendo uso del
diálogo y el respeto al otro.
- Cooperación. Aprenden a compartir y trabajar en equipo por un
bien común, disfrutando de las metas alcanzadas en grupo.
- Tolerancia
a las diferencias. Los niños
y las niñas se pueden reconocer como diferentes a nivel personal pero iguales
en derechos.
En 1993 la UNESCO conformó una Comisión Internacional y le encargó el análisis del perfil que debería tener la Educación en el Siglo XXI. Esta Comisión, presidida por Jacques Delors, determinó la conveniencia de construirla sobre cuatro pilares fundamentales:
- Aprender a conocer: Dada la rapidez de los cambios
sociales producidos en función del progreso científico y de las nuevas formas
de actividad económica y social, es necesario promover el acceso permanente a
nuevos contenidos.
- Aprender a hacer: Más allá de los oficios o profesiones obtenidos,
indica la conveniencia de adquirir competencias que posibiliten hacer frente a
nuevas situaciones laborales, propiciando el trabajo en equipo.
- Aprender a ser: Sostiene que el progreso de las sociedades
depende de la creatividad y capacidad de innovación de cada individuo o grupo.
- Aprender a convivir: Alude al desarrollo de conocimientos sobre los demás, sobre su historia, sus costumbres, tradiciones y su espiritualidad en el marco de sociedades cada vez más multiculturales y competitivas.
Si bien los cuatro aprendizajes resultan igualmente
significativos, deseamos referirnos al citado (aleatoriamente) en último lugar.
El hecho de convivir con nuestros semejantes es un asunto difícil desde siempre
y, por cierto, atañe a todos los sectores sociales.
A la
escuela le cabe enseñar también modos de convivencia social e institucional.
Una de las formas de hacerlo tiene que ver con las ideas y conceptos que
propone, y que los alumnos deben aprender como requisito curricular. Si bien
esta forma es importante, mucho más significativa resulta aquella otra
inherente al modo de convivencia que genera la escuela en su cotidianidad y que
involucra a todos sus miembros sin excepción (alumnos, docentes, directivos,
preceptores, auxiliares, padres, técnicos, etc). Modalidad que con frecuencia
no aparece explicitada en las planificaciones que se establecen o en los tipos
de gestión (directiva, pedagógica, etc.) que se enuncian.
¿Qué
conceptualizaciones nos ayudan a entender de qué se trata la convivencia escolar
?
Si nos atenemos estrictamente a la etimología y a las distintas acepciones del concepto disciplina (término que no es más que un elemento dentro del campo mayor de la convivencia), tendremos que decir que en las instituciones educativas se ponen en juego dos aspectos inseparables de aquélla:
- La transmisión de un cierto saber disciplinario (matemática, lengua, historia) a un cierto sujeto (alumno, discípulo) en el marco de un cierto dispositivo (*) pedagógico- didáctico, y}
- El disciplinamiento (“hacer guardar la disciplina”) de ese mismo sujeto frente al dispositivo disciplinario-disciplinante imperante en una determinada institución.
La persistencia de ambos aspectos favoreció que en los espacios institucionales el término aparezca fuertemente homologado al de conducta, por lo que “tener buena conducta” es igual a ser un alumno disciplinado que aprendió el oficio de ser alumno y viceversa.
Conducta no es lo mismo que disciplina, del mismo
modo que disciplina no es sinónimo de convivencia. No simplifiquemos entonces
una cuestión de tanta complejidad. La convivencia, en todo caso, es una suerte
de transversal que atraviesa toda la trama de relaciones al interior de
cualquier institución, una resultante de distintos aspectos o dimensiones,
entre los que consignamos los siguientes:
1) la trama vincular al interior de la institución
2) los procesos y estilos comunicativos prevalentes
en la escuela, desde la misma a la comunidad circundante y al resto del
sistema, y hacia ella.
3) la distribución de poder, los estilos de
liderazgo, los criterios o modos predominantes de tomar las decisiones, el
estilo de tratamiento ante situaciones conflictivas
4) los umbrales de tolerancia a las discrepancias y
la mayor o menor aceptabilidad de la diversidad
5) la historia institucional y el posicionamiento
actual frente al proceso de transformación
6) el estilo institucional y el clima de trabajo
7) la relativa definición de su identidad
institucional
8) el grado de pertenencia a la institución de los distintos actores, etc.
Habilidades
para la convivencia.
Las personas que se llevan bien con los
demás tienen buenas habilidades para la convivencia. Estas habilidades se
desarrollan cuando las personas se relacionan unas con otras, aprenden cómo son
ellas mismas y toman en cuenta los sentimientos de los demás. Es importante
para todos saber convivir con cualquier grupo —sea una familia, un grupo de
amigos o incluso los compañeros de curso en la escuela.
No basta tener buenos modales para lograr una buena convivencia. Las personas que saben convivir con los demás, saben:
- dar y recibir atención, afecto o ayuda.
- expresar sus necesidades, sus sentimientos y sus derechos de una manera aceptable.
- comunicarse eficazmente
Es importante que los niños que son sordos
o que no oyen bien aprendan a convivir. Su habilidad para llevarse con los
demás les ayudará a estar menos aislados. Al igual que los niños oyentes, los
niños sordos tendrán que desarrollar habilidades para la convivencia observando
a las personas a su alrededor y relacionándose con ellas. Eso les ayudará a
aprender diferentes cosas, como por ejemplo, tratar con respeto a las personas
mayores, pedir permiso para usar las cosas que les pertenecen a otras personas
y esperar su turno para participar en una actividad
¿Cómo
los niños aprenden a convivir?
No nacemos con la habilidad de convivir.
Comenzamos a aprender a convivir en cuanto nos damos cuenta de las demás
personas. Después, como niños y como adultos, seguimos desarrollando esa
habilidad. Estamos aprendiendo a convivir toda la vida. Al principio,
desarrollamos habilidades muy sencillas. Un bebé aprende a sonreírle a su madre
cuando ella le sonríe a él, o un niño aprende a esperar su turno para un juego.
Pero a medida que un niño vaya creciendo, necesita desarrollar habilidades más
complejas para poder llevarse bien con los demás.
El comportamiento ‘correcto’ dependerá de
la edad del niño. Si usted espera demasiado del niño, ambos quedarán
decepcionados y tristes. Pero, si espera muy poco, él no desarrollará nuevas
habilidades. Para información sobre las edades a que los niños desarrollan
nuevas habilidades
Los
niños aprenden a convivir paso a paso
El desarrollo de las habilidades para la
convivencia, al igual que otros tipos de desarrollo, ocurre paso a paso. Para
aprender a convivir, una niña necesita darse cuenta de los sentimientos de los
demás. También necesita aprender a compartir las cosas con otras personas y a
cooperar con ellas. Al principio, una niñita juega junto a otros niños. Eso
quiere decir que le agrada estar cerca de ellos cuando juega, pero que no juega
con ellos directamente. Luego la niña aprende a jugar con otros niños. Aprende
a compartir los juguetes y a jugar juegos en que todos tienen que cooperar. A medida
que los niños vayan creciendo, necesitan entender reglas y poder controlar su
comportamiento.
En casa
Al principio, los niños aprenden a
convivir al observar cómo se comportan sus padres y otros miembros de la
familia. Los niños imitan lo que hacen y dicen las otras personas cuando se
relacionan entre sí.
Al jugar con otros niños
Mientras juegan, los niños aprenden a seguir
instrucciones, a cooperar, a esperar su turno y a compartir las cosas. Los
juegos les ayudan a los niños a entender sus propios sentimientos, a sentirse
orgullosos de lo que pueden hacer y a formarse una idea de quiénes son.
En
la comunidad
Fuera de su propio hogar y de su familia
más cercana, los niños ven cómo los adultos y los niños más grandes hablan,
juegan y trabajan juntos. Ésa es la manera de que los niños aprenden a
relacionarse con las personas que no son de su familia. Y en ese mundo más
amplio, los niños aprenden cómo hacer las cosas de maneras distintas y ensayan
diferentes formas de responder a distintas situaciones. Desarrollan sus
habilidades para la convivencia a medida que descubran sus propios puntos
fuertes y débiles.
Elementos para una buena convivencia
- El respeto: Cuando establecemos cualquier tipo de comunicación con otra persona, la primera premisa es aceptar la dignidad de esta persona como tal, sin prejuicios ni discriminaciones, y entender que puedan tener pensamientos y opiniones distintos a los nuestros. Esto no implica que no podamos discutir o combatir estas opiniones, pero siempre respetando a la persona.
- La afabilidad: Entendiendo ésta como una actitud positiva en nuestra relación con los demás. Un ambiente de cordialidad facilitará nuestras relaciones con los demás pero si nuestra actitud es recelosa o indiferente, difícilmente nos llevará a una convivencia satisfactoria.
- La inteligencia: En las relaciones sociales, las buenas intenciones no son siempre suficientes. Cuantas veces hemos visto a personas que tienen el dudoso don de la impertinencia y molestan continuamente sin ser conscientes de ello. Para tratar con inteligencia a los demás, es importante saber escuchar e intentar conocer a la otra persona y, en caso contrario, saber callar en determinados momentos. Una persona socialmente inteligente sabe estar y comportarse con personas muy diversas, social y culturalmente, aunque haya tenido quizá menos formación en la infancia.
- La educación: Es una de las bases de una buena convivencia, y la podemos considerar como un compendio de los puntos anteriores.
Educar para convivir es educar para mejorar los entornos
personales y sociales. Una acción ética que favorece la felicidad cotidiana y
que, en última instancia, en la medida en que, por efecto de la educación y el
desarrollo humano, se va extendiendo como mancha de aceite a más sociedades,
aumenta el valor de la dignidad plena para la toda la humanidad.
Es muy importante ayudar a los niños a convivir con
los demás, pero eso en sí no basta. Los niños no sólo aprenden por la forma en
que nosotros les enseñamos las cosas y los tratamos. También aprenden cuando
observan cómo la gente de su comunidad se trata entre sí.
Cuando les enseñamos a nuestros hijos o alumnos a ser
amigos de los niños sordos y a respetar a las personas que son distintas a
nosotros, les estamos ayudando a entender que valoramos la compasión. Les
estamos enseñando que ayudar a los demás es la responsabilidad de todos.
"Aprender a vivir juntos es aprender a convivir, aprender a ser buenos ciudadanos y aprender a vivir en paz."
Bibliografía
https://hesperian.org/wp-content/uploads/pdf/es_hcwd_2008/es_hcwd_2008_Cap10.pdf
https://www.calidadeducativa.edusanluis.com.ar/2013/05/aprender-convivir.html
Exelente información
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